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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Eat, Pray, Love: One Woman's Search for Everything Across Italy, India and Indonesia
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9781598209594
Editorial: DEBOLSILLO
Elizabeth Gilbert narra las experiencias que cambiaron su vida durante un viaje a Italia, India e Indonesia, para compartir con los lectores la manera en que logró superar la crisis espiritual y de identidad que desarrolló a partir de su divorcio. ¡Acompáñala en esta travesía para descubrir el placer, la devoción y el equilibrio!
Tres años antes de comenzar su travesía por el mundo, Elizabeth se encontraba llorando en el baño de su casa de Nueva York, como había sucedido ya más de 40 veces. Tenía una preocupación recurrente: “Ya no quiero estar casada. No quiero vivir en esta casa tan grande. No quiero tener un hijo”.
Se dio cuenta de que, aunque tenía una larga lista de razones por las que amaba a su esposo, también tenía muchos motivos por los que no quería seguir casada con él. No entendía por qué, si ella había participado de forma activa en la construcción de su vida y su matrimonio, sentía que eso ya no tenía nada que ver con ella.
En medio de su desesperación, confusión y tristeza, Liz comenzó a hablar con Dios por primera vez. Sin saber muy bien qué hacer, le pidió a Dios ayuda y una respuesta a su problema. Finalmente, luego de siete meses decidió iniciar el proceso de divorcio.
Al mismo tiempo, se involucró en una relación amorosa con un actor y escritor llamado David. Elizabeth se enamoró desesperadamente y este hombre se convirtió en su mejor amigo mientras esperaba la resolución del divorcio.
Sin embargo, Liz se encontraba luchando contra la depresión sin recibir tratamiento profesional. Tenía episodios de llanto incontrolable durante la noche, y pensamientos suicidas en algunas ocasiones.
Con el tiempo, David se fue alejando de ella y su relación perfecta pronto se convirtió en una adicción, según explica Elizabeth.
Entre seis y diez meses antes de que se resolviera su divorcio, Liz viajó a Indonesia para escribir un reportaje para una revista femenina. Allí conoció a un curandero llamado Ketut, con quien compartió su interés por llevar una vida más espiritual y cercana a Dios, pero sin dejar de lado los placeres terrenales.
Luego de su conversación en el curandero, Liz tomó la decisión de que viajaría durante un año a tres países específicos: Italia, India e Indonesia.
En cada uno de ellos pasaría cuatro meses explorando un aspecto determinado de sí misma:
El plan se concretó cuando su editor compró el libro que Elizabeth planeaba escribir sobre su experiencia.
Para visitar Italia, Liz se preparó con una lista de amigos de sus amigos que podían funcionar como contactos italianos que la ayudaran a conocer mejor el país.
Su principal objetivo era continuar estudiando el idioma, porque lo había estado haciendo mientras esperaba a que se resolviera su divorcio. Estudiar italiano era uno de los pocos placeres que había podido disfrutar.
Sin embargo, después de diez días en Italia Elizabeth se volvió a enfrentar a un episodio de depresión y sentimiento de soledad, como los que solían afectarla hacia el final de su matrimonio.
Aunque tenía con ella los antidepresivos que le había prescrito su terapeuta, prefería no tomarlos, ya que no estaba convencida de que esa clase de tratamientos fuese algo seguro.
Entonces, decidió seguir con un truco que le había funcionado anteriormente. Se sentó en su cama, tomó un cuaderno y un lápiz para comenzar a escribirle a Dios, a su ángel de la guarda, o a su inconsciente.
Siempre obtenía una respuesta que le transmitía tranquilidad, compasión y cariño. En esa ocasión, las palabras que le dieron fuerza y seguridad fueron:
“Aquí estoy. Te quiero… Te protegeré hasta que te mueras y después de tu muerte te seguiré protegiendo. Soy más fuerte que Depresión y más valiente que Soledad y no hay nada que pueda acabar conmigo”.
Para continuar con su búsqueda del placer, Elizabeth llegó a la conclusión de que lo primero que tenía que hacer era preguntarse a sí misma todos los días qué le gustaría hacer, qué le produciría placer.
La respuesta fue bastante sencilla: comer y estudiar italiano.
En Italia visitó distintas ciudades, entre ellas Nápoles. Al regresar de su corta visita, donde probó la mejor pizza del mundo, tomó la resolución de terminar para siempre su relación con David.
Así que le envió un correo electrónico, donde le explicaba el porqué de su decisión y le deseaba lo mejor en el futuro.
Antes de terminar su estadía en ese país, visitó Sicilia. En la isla pudo pensar sobre la importancia que los italianos le dan a crear y disfrutar de la belleza.
En su opinión, esa apreciación de la belleza y el placer les permitía conservar parte de su dignidad como seres humanos.
Esperaba que ese nuevo conocimiento le permitiera crecer como persona y seguir curando su alma.
El viaje de Liz a la India tenía la meta principal de llegar al ashram de su gurú. Esta era una mujer de la cual había llegado a saber casi por casualidad, gracias a su relación con David.
Durante sus primeros días en el ashram, Elizabeth tuvo muchos problemas para lograr meditar como lo hacían sus compañeros. No era capaz de silenciar su mente, y siempre caía en la ansiedad.
Fue capaz de comenzar a lidiar con estos inconvenientes gracias a los consejos de otro estudiante del ashram, a quien presenta como Richard El Texano.
Cuando pone en práctica las recomendaciones de su nuevo amigo, lentamente Liz logra distraer su mente de los pensamientos recurrentes. De pronto, se ve envuelta en una especie de energía eléctrica nueva que se apodera de su cuerpo.
No obstante, esta sensación pronto se disipa, porque Liz no se siente preparada para enfrentarla. A partir de ese momento, atraviesa por algunos días malos al recordar el fracaso de su relación con David.
Entonces, Richard El Texano vuelve a ofrecerle consuelo. Y es capaz de hacerle ver que no logra dejar ir por completo a David porque le da miedo quedarse sola.
Con el paso de los días, Elizabeth comenzó a dominar su mente para poder alcanzar sus metas de meditación. Pero otro problema surgió al poco tiempo, y consistía en lo incómoda que se sentía al entonar cada mañana un cántico llamado Gurugita.
Se trataba de un ejercicio obligatorio del ashram, que hacía sentir a Liz como si estuviera rodeada por olas de calor sofocante, que amenazaban con consumirla.
Al compartir esta preocupación con uno de los monjes del templo, este le sugirió que siguiera adelante con el ejercicio a pesar de las dificultades. Ese era precisamente el objetivo del cántico: “Es un poderoso ejercicio de purificación. Te quema toda la basura que has ido acumulando, todos los sentimientos negativos”.
Por lo tanto, el cántico tenía que estar haciendo efecto en Elizabeth, debido a lo mal que se sentía. No muy convencida y a regañadientes, se enfocó en continuar con el ejercicio cada día.
Eventualmente, tuvo la idea de dedicarle el cántico a algo o a alguien por quien sintiera verdadero amor puro. Y la primera persona que vino a su mente fue Nick, su sobrino de 8 años de edad.
Al pensar únicamente en él durante el ejercicio y enviarle la energía de cada verso, el tiempo se fue volando y la experiencia no resultó tan tortuosa para Elizabeth.
Uno de los descubrimientos más importantes a los que llegó Elizabeth durante su estancia en el ashram fue la necesidad de controlar sus pensamientos para poder llegar al equilibrio que buscaba.
En consecuencia, se propuso vigilar sus pensamientos todo el día para neutralizar aquellos que resultaran crueles y negativos. En su lugar, solo dejaría entrar ideas de paz y tranquilidad. De esa forma, estaría haciendo su parte para poder conseguir la conexión con Dios. Entendió que al rezar o meditar la mitad de la responsabilidad era de ella.
Al llegar a Indonesia, Elizabeth se sentía perdida, pues no conocía a nadie. Además, al ingresar al país solo le otorgaron una visa de turista por 30 días y no los cuatro meses que tenía planeados.
Tenía el objetivo de encontrar al curandero que había conocido durante su anterior visita, dos años atrás. Pero no tenía información suficiente para buscarlo. Afortunadamente, con ayuda de un empleado del hotel, logró dar con su paradero.
Entusiasmados por el reencuentro, acordaron que Elizabeth le enseñaría inglés y él le compartiría todos sus conocimientos en meditación balinesa.
Luego de unos días, Liz tuvo un accidente mientras manejaba su bicicleta. Fue atropellada por un autobús y se lastimó la rodilla. Ketut, el curandero, le pidió que fuera a visitar a un médico para que le tratara la herida infectada.
Así fue como conoció a Wayan, una curandera balinesa que también practicaba la medicina convencional. Las dos mujeres se hicieron amigas rápidamente, después de que Wayan le contara a Liz sobre su matrimonio fallido con un marido que solía golpearla.
Establecieron una conexión especial, pues ambas habían atravesado divorcios difíciles. Wayan se sentía especialmente sola, ya que en Indonesia el divorcio no era bien visto.
Tras curarle la rodilla, Wayan le prometió a Elizabeth encontrarle un buen hombre. A través de una amiga de la curandera, Liz conoció a Felipe, un comerciante brasileño de 52 años de edad que estaba en Indonesia para superar un divorcio difícil.
Mientras pasaban más y más días juntos, cenando, conversando, visitando a sus amigos y paseando por la playa, Elizabeth se interesaba más por él. Hasta que, un día, Felipe le preguntó sin rodeos: “¿Quieres tener algo conmigo, Liz? ¿Te apetece?”.
Sin embargo, ella no estaba preparada para iniciar una relación en ese momento, porque le asustaba la idea de perder todo lo que había logrado durante su viaje hasta el momento: la tranquilidad y la sensación de felicidad consigo misma.
Luego de pasar una noche meditando su respuesta negativa, se dio cuenta de que se sentía sola y creía que solo Felipe podría ayudarla. Entonces, aceptó su propuesta y pasaron juntos una noche descubriendo con placer que eran una pareja con una gran conexión.
Cuando se acercaba el final de su estadía en Indonesia, Liz comenzó a plantearse si quería un futuro con Felipe en otra parte. Y más importante aún, si estaba lista para dejar entrar a alguien otra vez a su vida.
No obstante, Felipe le transmitió la confianza y el cariño suficientes para dejar ir sus temores, y disfrutar de todo lo que había aprendido en su viaje.
Hacia el final del libro, Liz tiene una visión más completa de la mujer en que se ha convertido: “Como si ese yo feliz y tranquilo llevase toda la vida esperando a mi otro yo, esperando a que llegase para reunirse de una vez”.
“Come, reza, ama” narra la transformación de Elizabeth Gilbert, a partir de un momento triste y doloroso de su vida, hasta convertirse en una mujer feliz y conectada espiritualmente con el mundo.
Cada país que visitó en el período de un año le permitió explorar una faceta diferente de su vida. En Italia, fue capaz de comenzar a disfrutar nuevamente de los pequeños placeres, como lo son hablar y comer.
Mientras estuvo en India consiguió conectarse con su espiritualidad. Gracias a la meditación y el yoga estableció una conexión crucial con su alma y con Dios, para aprender a liberarse de los malos pensamientos y sentimientos.
Finalmente, en Indonesia conoció personas muy importantes para su vida. Al mismo tiempo, continuó trabajando con nuevas técnicas de meditación y se reencontró con placeres que había dejado atrás.
Para aprender más sobre la espiritualidad y cómo liberar tu mente para ser más feliz, sigue con “Mindfulness: Guía práctica para encontrar la paz en un mundo frenético”.
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Comenzó escribiendo relatos cortos, y trabajó como periodista para The New York Times Magazine, entre otros medios. Durante el año 2000 publicó su prime... (Lea mas)
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